INTRODUCCIÓN DEL LIBRO LUZ PARA EL OLVIDO.




La intuición de que tras la imagen que los relatos familiares me habían transmitido de mi padre había una veta inexplorada de experiencias por descubrir, conocer y transmitir, hizo que me decidiera a emprender la tarea de reconstruir su biografía. Mi propósito ante todo fue que su vida y su obra no quedaran en un injusto olvido. Las circunstancias que le tocó vivir fueron difíciles. Hizo muchas cosas en muy poco tiempo. Estuvo abocado a numerosos problemas de índole personal, familiar y profesional. Su vida y su trayectoria he intentado descubrirlas desde lo que él quiso ser y las circunstancias de la época que le tocó vivir no le dejaron ser. El marco histórico fue decisivo en su vida, y en este entorno le he ambientado. Perteneció o fue influido por una generación que tuvo determinadas características que le marcaron, o quizá determinaron su destino. ¿Cómo fue esta época y esta generación y cuál su destino? Lo iremos viendo a lo largo de estas páginas que he escrito con interés creciente y siempre con ilusión, y en las que espero quede reflejada no sólo su actuación, sino su persona y la trama en la que las vivió.
            El tiempo que he dedicado a conocerle me ha sido recompensado. Aunque los datos con los que lo inicié fueron pocos e insuficientes, en el transcurso del camino he ido descubriendo muchas facetas que ignoraba. El día que por primera vez abrí su Hoja de Servicios, y en el árido y rutinario lenguaje gendarme de los documentos oficiales, aparecieron nombres de lugares, personas y hechos que me eran totalmente desconocidos, comprendí que tras esos nombres de lugares y personas palpitaba delante de mí un trozo de la historia de mi Patria en grande y de mi patria en minúscula. El que estaba allí protagonizando esos hechos pasados y desconocidos era mi padre, el entonces teniente médico Luis María Alonso Alonso. El Hospital Docker, Tafersit, Segangan, Monte Arruit, la protección de convoyes, el alto comisario, más tarde ya capitán, la Mehal-la[1] Jalifiana, la Campaña Antipalúdica, la Clínica de Ciempozuelos, todo un mundo nuevo se desvelaba en el silencio del espacio en el que trabajaba.
            Lo que hasta ese momento había sido mi rutina cotidiana pasaba a un segundo plano, para entregarme a una nueva tarea. Descubrir en el mapa los lugares, relacionar los hechos, conocer los personajes, en definitiva, conocer el contexto histórico, social y cultural en el que mi padre iniciaba su vida profesional, la continuaba e influía en ella. Enseguida me llegaron documentos preciosos que contenían trozos de su vida, escritos y artículos, por los que conocía su pensamiento. Así fue como empecé a conocer a mi padre.
            Tras meses de indagar en este escenario, nuevos sentimientos aparecen: la perplejidad y asombro por mi ignorancia de ambas historias. Al desconocimiento sobre su vida y su persona, encontré la respuesta que en estas páginas se aclarará, pero al de los hechos ocurridos durante el primer tercio del siglo xx no se la podía encontrar, máxime cuando comprobaba que para personas de mi cercano entorno que como yo habían tenido el privilegio de recibir una formación media o superior, los hechos históricos que ya me eran conocidos y casi familiares, constituían para ellos una referencia remota en la que eran incapaces de relacionar hechos, lugar o tiempo.
            Se dice que las nuevas generaciones, refiriéndose a los que han nacido a partir de los años 60 del siglo xx, no conocen la historia reciente. ¡Ojalá fuera así! He verificado que los nacidos poco después de los sucesos que voy a presentar ignoramos todo o casi todo. ¿Sabemos qué es el Expediente Picasso? ¿Relacionamos los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona con el Barranco del Lobo? ¿Y los soldados de reemplazo? ¿Qué sabemos de lo que hicieron y pasaron en Marruecos? Y de tantas personas que allí dejaron sus vidas, sus ilusiones, sus proyectos, anónimas o conocidas, pero que fueron capaces de protagonizar hechos realmente heroicos. Y que son nuestros padres, abuelos o bisabuelos.
            ¿Qué nos evoca el nombre del general López Ochoa? ¿Y de la revolución de Asturias, sus protagonistas u organizadores? Son temas y asuntos de los que sí, se ha escrito mucho, pero ha sido un terreno acotado a un público especializado, o muy interesado. Ahora quiero acercarlo a cualquiera interesado en nuestro pasado reciente.
            En el porqué de este olvido está la humana tendencia a desprenderse del recuerdo de lo que inquieta y desazona, y el esfuerzo que requiere la gratitud y reconocimiento de que los sufrimientos de estas personas que olvidamos son la base de nuestro bienestar. Lo que no se dice o no se sabe, no existe y no perturba. La gratitud obliga. Así nos evitamos la inquietante pregunta, que al conocer los acontecimientos de nuestra presencia en Marruecos, nos hacemos: ¿mereció la pena?
            Intentando encontrar la respuesta, he rebasado los límites que la biografía de mi padre me imponía, y yendo hacia atrás en el tiempo, he descrito cómo empezó nuestra aventura marroquí, y qué impulsaba u obligaba a aquellos hombres a ir o permanecer en Marruecos. Cómo iban y qué encontraban, porque los que llegaron en 1922, como llegó mi padre y también mi abuelo, encontraron destruida toda la obra que desde la primera campaña de 1909 se había ido haciendo con gran sacrificio de vidas y recursos. Éste es el motivo por el que, terminada su biografía, he comprendido la necesidad de adentrarme en la historia de los acontecimientos anteriores. Desde aquella Guerra Romántica tan maravillosamente descrita por Alarcón y Galdós, hasta las campañas de 1909 y sus repercusiones en España, sobre todo en Cataluña con el estallido de la Semana Trágica. Me he detenido en relatar los antecedentes más próximos de nuestra gran tragedia, Anual, con el fin de que sea posible relacionar, comprender lo que ocurrió, cuyo origen se sitúa varios años atrás. He descrito situaciones y personajes de tal forma que quien lo lea puede preguntarse: ¿qué tiene esto que ver con la persona que protagoniza esta historia? Pienso y creo que mucho. El periodo que le tocó vivir fue tan conflictivo, y su relato posterior tan falsificado y contaminado por las influencias ideológicas y partidistas interesadas, que el perfil humano de las personas implicadas en ellos ha sido borrado. Es posible que el marco del cuadro que he intentado presentar supere al cuadro, del que se han conservado recuerdos precarios. Pero ha sido necesario para darle el realce merecido. No os canséis pues, ni os extrañéis, cuando leáis los capítulos del marco que narran hechos que acontecieron a principios de siglo, cuando Luis María Alonso y sus compañeros de promoción se preparaban para la vida que les esperaba en los centros de enseñanza media y en la Facultad de Medicina, y otros iniciaban los suyos en las academias militares, a la vez que la mayoría de sus contemporáneos más desfavorecidos ya estaban empeñados en el mundo del trabajo, bien ayudando a sus padres en las duras faenas del campo español, sin haber tenido la suerte de pisar las escuelas, o como jornaleros temporales, o en las fábricas de la incipiente industria. Todos estos hombres esperaban un mundo mejor.
            Parte importante de los acontecimientos que pasarán a lo largo de estas páginas influyeron en la vida de aquellas personas que en aquellos años sobrevivieron y se enfrentaron a las consecuencias del más decisivo de ellos, el Desastre de Anual, y tuvieron que iniciar de nuevo la dolorosa etapa de recuperar los territorios perdidos. Ahí encontré a mi padre, y también a mi abuelo, pero encontré lo que no buscaba. Que no fue el único. Con él, una promoción de médicos, sus compañeros de 1919, y después los de 1920, recién iniciada su vida profesional, escribieron páginas emocionantes que merecen ser conocidas y admiradas. Tampoco fueron sólo los médicos, siempre más olvidados que los que protagonizaron y diseñaron las campañas y los combates. Los enfermeros y los voluntarios que auxiliaron y confortaron en amargos y duros trances a heridos y prisioneros nos dejaron también el ejemplo de su entrega y de su heroísmo callado y anónimo.
            Muchos de todos estos hombres van a encontrarse años más tarde, en 1936. Unos y otros en bandos distintos en nuestra gran tragedia, en nuestro gran y trágico fracaso, encontrarán un fatal e inmerecido final.
            Arrebatarles de este olvido es lo que pretendo con estas páginas.







[1] Regimiento.

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