UNOS DUROS COMIENZOS.
Ya vimos en Post anteriores, las deficiencias que en materia sanitaria tenía la ciudad de Melilla, como efecto de la avalancha de heridos que la retirada de nuestras tropas de Anual había producido con el desploma de lo poco que existía como tejido sanitario y la muerte junto a sus heridos de muchos de los médicos. Los traumatismos físicos requirieron la llegada de eminentes figuras de la Cirugía, pero los mentales también requerían atención médica.
Ya desde 1916 se había intentado dar una solución al tratamiento de estos enfermos a los que entonces se les llamaba "dementes" y evitar la promiscuidad con la que se encontraban con el resto de los enfermos comunes y en perjuicio de estos que eran molestados y atacados por los dementes, a los que se decía "atacados de locuras furiosas" según la denominación que les habían dado los primeros psiquiatras franceses del siglo XIX, Pinel y Esquirol y que en España perduraba.
La construcción de un local separado ya se consideraba de urgencia, pero los fondos destinados al hospital (Docker) no permitían sufragar esta obra. Por este motivo se opta por acondicionar un local que pueda utilizarse y cuya cuantía permita su realización. Se formula una propuesta por valor de 1.140 pesetas de la época que permita la separación de los dementes en momentos de paz.
Pero cuando nuestro protagonista llega al Docker no es un momento de paz, y la situación del local era la misma.
Por otra parte el Reglamento de Dementes aprobado en 1907 establecía que en todos los hospitales militares habrá uno o más locales acondicionados debidamente para la observación y clasificación de este tipo de enfermos.
Los sucesos del trágico verano de 1921, aumentaron los trastornos mentales y se carecía de medios para su atención. Melilla era una explosión de conflictos humanos. La catástrofe de Anual hizo y seguía estragos en la vida de las gentes.
El comandante Franco que llegó en auxilio de la ciudad el 23 de julio describe en su libro El Diario de una Bandera el horror que encontró y la desesperación de las tropas supervivientes en desbandada."Los fugitivos nos relatan los tristes momentos de la retirada: las tropas en huida, las cobardías, los hechos heroicos. Todo lo que constituye la dolorosa tragedia... soldados que llegan sin armas a la plaza. Son las noticias que nos llegan de estos hombres a los que el terror ha dilatado las pupilas y que nos hablan con espanto de moras que rematan a los heridos. Llegan desnudos, inconscientes, como pobres locos."
A estos pobres locos, unos meses más tarde se enfrentará nuestro protagonista. El entonces teniente médico Luis María Alonso.
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